domingo, 8 de marzo de 2015

Los límites del Bien y del Mal (M. T. Cicerón, sobre epicureismo)

Los tontos se atormentan por el recuerdo de viejos males; los sabios tienen el placer de renovar en el recuerdo agradecido las bendiciones del pasado.
Epicuro, el hombre al que denuncian como un sibarita, vocifera en voz alta que nadie puede vivir placenteramente sin vivir sabiamente, con honor y con justicia, y nadie puede vivir sabia, honorablemente y justamente sin vivir agradablemente. Ya que una ciudad dividida no puede prosperar, ni una casa cuyos dueños están en contienda; mucho menos puede una mente dividida contra sí misma y llena de discordia interna, degustar ni una partícula de puro y liberal placer. Quien está perpetuamente influido por consejos y deseos contradictorios e incompatibles, no puede conocer paz o calma.
La conclusión es que ningún hombre necio puede ser feliz, ni ningún hombre sabio dejar de serlo.




Algunos extractos del artículo, que bien merece la pena ser leído con atención.
Cada animal, tan pronto nace, busca el placer y se deleita en el como Sumo Bien, mientras que retrocede ante el dolor como Sumo Mal y en lo posible lo evita.
Quite a la humanidad la sensación y no queda nada; se deduce que la naturaleza misma es el juez de lo que está en conformidad con o contrario a la naturaleza. 
¿Que percibe la naturaleza o que juzga, aparte del placer y dolor, para guiar sus acciones de deseo y de evasión? 
Por otra parte, denunciamos con indignación y nos disgustan los hombres que se dejan engañar y desmoralizar por los encantos del placer del momento, tan cegados por el deseo, que no pueden prever el dolor y la molestia que sobreviene; e igual culpamos a los que faltan a su deber por debilidad de voluntad, es decir por alejarse de la fatiga y el dolor. 
El hombre sabio, por lo tanto siempre tiene en estos asuntos a este principio de selección: rechaza los placeres para asegurar otros placeres mayores, o de lo contrario él aguanta los dolores para evitar peores dolores. 
…procederé a exponer la esencia y cualidades del placer en sí mismo, y procuraré eliminar los conceptos erróneos y hacer que se de cuenta cuan seria, cuan templada, cuan austera es la escuela que se supone que sea sensual, ociosa y lujosa. 
Cuando estamos libres de dolor, la mera sensación de completa emancipación y alivio del malestar es en sí misma una fuente de gratificación. … Por ejemplo, cuando el hambre y la sed son desterrados por la comida y la bebida, el mero hecho de deshacerse de malestar trae placer como resultado. Así que en general, la eliminación del dolor causa que el placer lo remplace. Epicuro, en consecuencia mantiene que no hay tal cosa como un estado neutral intermedio entre el placer y el dolor; ya que el estado que algunos pensadores suponen ser neutral, está caracterizado por toda ausencia de dolor y es en sí mismo un placer; es más, es un placer del más alto orden. … la ausencia completa de dolor como el límite y punto más alto del placer; más allá de este punto de placer puede variar en tipo, pero no puede variar en intensidad o grado. 
…si una vida llena de dolor es lo más que hay que evitar, se deduce que vivir en el dolor es el mayor mal; y esta posición implica que una vida de placer es el bien último. 
Si las virtudes no produjeran placer, ¿quien las consideraría dignas de alabanza o deseables? 
Porque los deseos son imposibles de satisfacer; no solo arruinan a individuos sino también familias enteras; es más, a menudo sacuden los cimientos mismos del estado. Son ellos la fuente del odio, peleas y luchas, de sedición y de guerra. Tampoco sólo hacen alarde de sí mismos en el extranjero, ni vuelven sus embestidas ciegas únicamente contra los demás: los deseos incluso dentro del corazón se pelean y se disputan entre sí; y esto no puede sino amargar de la vida. De ahí que sólo el sabio, quien limpia todo aumento de vanidad y error, posiblemente puede vivir sin problemas por causa del dolor y el miedo, dentro de los límites que la naturaleza ha creado.  
Entonces, si se observa que la ignorancia y el error degradan toda la vida a un nivel de confusión, mientras que la sabiduría es lo único capaz de protegernos de los ataques de apetito y las amenazas del miedo, y nos enseña a soportar incluso las afrentas de la fortuna con moderación, y nos muestra todos los caminos que conducen a la calma y a la paz, ¿por qué debemos dudar en confesar que la sabiduría debe ser deseada por los placeres que trae y la locura debe evitarse debido a sus consecuencias perjudiciales?
El mismo principio nos llevará a pronunciar que la templanza tampoco es deseable por sí misma, sino porque otorga tranquilidad y calma el corazón con una sensación de armonía. En efecto, es la templanza la que nos advierte a guiarnos por la razón en decidir lo que deseamos y evitamos. … la templanza es deseable, no porque renuncia a los placeres sino porque adquiere mayores placeres. 
Lo mismo se puede decir del coraje. El desempeño de labores, el padecer dolores, no son en sí mismos atractivos, ni tampoco lo son la resistencia, la industria, la vigilancia, ni la tan alabada virtud, la perseverancia, ni siquiera el coraje; pero usamos estas virtudes para vivir sin ansiedad y miedo, y en lo posible para estar libres de dolor de mente y cuerpo.
El corage alivia la muerte, porque los muertos están como estaban antes de que nacieran. Nos han educado para atender el dolor recordando que los dolores de gran severidad se terminan con la muerte, y los leves tienen intervalos frecuentes de respiro; mientras que los de intensidad media se hallan dentro de nuestro propio control: podemos soportarlos (los dolores) si son soportables, o si no lo son, podemos dejar tranquilamente el teatro de la vida cuando el juego ha dejado de complacernos. 
La justicia … nunca causa daño a nadie, sino por el contrario, siempre añade algún beneficio, en parte debido a su influencia en esencia calmante sobre la mente, en parte debido a la esperanza del suministro inagotable de las cosas que la naturaleza incorrupta realmente necesita. Tampoco es correcto decir que la justicia sea deseable en sí; lo es porque es tan altamente productiva de gratificación. … Por lo tanto creemos que la injusticia debe ser evitada no sólo a causa de los inconvenientes que se derivan de ser injusto, sino incluso mucho más porque cuando ella vive en el corazón de un hombre, nunca le deja respirar libremente o conocer un momento de descanso.
La doctrina así firmemente establecida tiene corolarios que expondré brevemente.
(1) Los límites de los bienes y males en sí mismos, es decir el placer y el dolor, no están abiertos a ser confundidos; donde la gente se equivoca es en no saber qué cosas  producen placer y dolor.
(2) Una vez más, afirmamos que los placeres y dolores mentales surgen de los corporales. Aunque los hombres experimentan el placer mental como agradable y el dolor mental como molesto, sin embargo ambos afirman que surgen de, y están basados en, las sensaciones corporales.
(3) Sin embargo, sostenemos que esto no impide que los placeres y dolores mentales sean mucho más intensos que los del cuerpo; ya que el cuerpo puede sentir sólo lo que está presente en el a cada momento, mientras que la mente también es consciente del pasado y del futuro.
(4) Sin embargo, no estamos de acuerdo que cuando el placer se retira, el desasosiego a la vez sobreviene, a menos que el placer haya sido reemplazado por un dolor: mientras que por otro lado, uno se alegra de perder un dolor a pesar de que no venga una sensación activa de placer en su lugar: un hecho que sirve para mostrar que gran placer es la mera ausencia de dolor.
(5) Pero así como estamos eufóricos por la anticipación de cosas buenas, igualmente estamos encantados por su recuerdo. Los tontos se atormentan por el recuerdo de viejos males; los sabios tienen el placer de renovar en el recuerdo agradecido las bendiciones del pasado.

Epicuro, el hombre al que denuncian como un sibarita, vocifera en voz alta que nadie puede vivir placenteramente sin vivir sabiamente, con honor y con justicia, y nadie puede vivir sabia, honorablemente y justamente sin vivir agradablemente. 
Los deseos extravagantes e imaginarios, las riquezas, la fama, el poder, y también los placeres licenciosos, no son más que enfermedades mentales.  Además hay dolor, angustia y pena, que roen el corazón y lo consumen con ansiedad … Sin embargo, no hay hombre insensato que no esté afectado por alguna de estas enfermedades; por lo tanto, no hay hombre insensato que esté contento.
La conclusión es que ningún hombre necio puede ser feliz, ni ningún hombre sabio dejar de serlo. 
… su hombre sabio que siempre está contento: sus deseos se mantienen dentro de sus límites; ignora la muerte; tiene una verdadera concepción, no contaminada por el miedo, de la naturaleza divina; no vacila al apartarse de la vida, si eso mejora su condición. Así equipado disfruta de placer perpetuo, porque no hay momento en el que los placeres que experimenta no dejen de exceder los dolores; ya que él recuerda con gratitud el pasado, vive el presente con una plena realización de su agrado, y no se fía del futuro que espera, pero encuentra su verdadero disfrute en el presente. 
- “la Fortuna interfiere poco en el sabio: las grandes preocupaciones de la vida, las cosas que importan, son controladas por su propia sabiduría y razón”
- “no hay mayor placer en una vida de duración infinita, que el que realmente confiere esta existencia que sabemos que es finita.”
… Así, la filosofía natural suministra valor para enfrentar el miedo a la muerte; resolución de resistir a los terrores de la religión; da paz mental, ya que elimina toda ignorancia sobre los misterios de la naturaleza; autocontrol, ya que explica la naturaleza de los deseos y distingue los diferentes tipos…

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