Si echamos un vistazo en profundidad a los éxitos supuestamente causados por las emociones del buen rollo nos encontramos que los factores claves del desarrollo profesional nada tienen que ver con el pensar bien sino con dos comportamientos muy concretos: definir objetivos claros, motivadores y ajustados al perfil personal y/o competencial (en sentido amplio) de cada uno; y la dedicación, el esfuerzo y la resistencia a la frustración adquiridas en las experiencias educativas y vitales, y no en ejercicios positivistas de un día para otro. El clásico estudio de Lewis Terman en 1921 (Universidad de Stanford) sobre 1528 niños superdotados, reveló que la perserverancia y la tendencia a definir objetivos son más importantes, por ejemplo, que la mera inteligencia cuando se trata alcanzar logros.
viernes, 27 de diciembre de 2013
Un optimista es un imbécil simpático y…
un pesimista, un imbécil antipático… Vía @yoriento una muy interesante entrada que recomiendo leer en su blog: ¿El optimismo y el pensamiento positivo mejoran realmente la vida? | Yoriento:
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