jueves, 20 de noviembre de 2008

La educación en la estética

"El temperamento es el requisito fundamental del crítico, un temperamento exquisitamente susceptible a la belleza y a las diversas impresiones que la belleza nos proporciona. No abordaremos ahora en qué condiciones y por qué medios se engendra este temperamento en la especie o en el individuo. Baste señalar que existe, y que hay en nosotros un sentido de la belleza independiente de los otros sentidos y superior a ellos, independiente de la razón y de más noble trascendencia, independiente del alma y de idéntico valor –un sentido que impulsa a unos a crear, y a otros, los espíritus más sofisticados en mi opinión, a la mera contemplación. Pero para purificarse y alcanzar la perfección, este sentido precisa de una cierta forma de entorno exquisito. Sin éste, se consume o se embota. Recordarás ese hermoso pasaje en el que Platón describe cómo debe educarse a un joven griego, y con qué insistencia remarca la importancia del entorno, diciéndonos cómo el muchacho debe criarse en medio de vistas y sonidos hermosos, de tal modo que la belleza de las cosas materiales pueda preparar su alma para la recepción de la belleza espiritual. Inconscientemente, y sin conocer las causas, el muchacho desarrollará ese amor por la belleza que, como Platón nunca se cansa de recordarnos, es el auténtico propósito de la educación. Muy gradualmente germinará en él ese temperamento que le conducirá de manera natural y sencilla a elegir el bien en vez del mal, y, rechazando lo vulgar y discordante, seguir por un refinado gusto instintivo todo lo que posea armonía y encanto y belleza. En última instancia, y en el momento oportuno, ese gusto devendrá crítico y consciente, pero al principio existirá puramente como un instinto cultivado, y "aquel que haya recibido esta cultura verdadera de la interioridad humana percibirá con una visión clara y precisa las omisiones y faltas en el arte o en la naturaleza, y con un gusto infalible, mientras alaba y goza el bien, y lo recibe en su alma, haciéndose así bueno y noble, culpará y odiará justificadamente al mal, ahora, en los días de su juventud, incluso antes de ser capaz de conocer las causas"; y de este modo, cuando más adelante desarrolle el espíritu crítico y consciente, "lo reconocerá y lo saludará como a un amigo con el que se familiarizó hace mucho tiempo gracias a su formación". "

1 comentario:

Anónimo dijo...

Madre mía, qué recuerdos del libro séptimo de "La república"...

Una lectura muy sana la de los clásicos.