Al menos a los que creemos que son buenos… que puede ser algo así (en sus palabras):
Pero en las organizaciones hay muchas personas fantásticas, gente que nos hace sentir especiales por pertenecer a comunidades de las que vale la pena participar. Gente que con la edad gana pasión por los detalles, por la innovación, por militar en una sabia inocencia. Personas que construyen alegrías por cualquier banalidad pero que nos arman de sonrisas capaces de relativizar todo. Pequeños ilusionistas que nos retornan a una reunión justo en el momento que íbamos a desconectar. Están también los esforzados inteligentes. Aprendemos de líderes que aprenden y saben construir cadenas de inspiración que son el oxígeno de la empresa. Llegan los novatos y hacen preguntas de una ingenuidad radical capaz de hacer repensar todo. Están los que saben llevar el talento sin arrogancia, los que ponen este conocimiento que parece que les sobra a disposición de los demás. También los que distinguen bien entre el respeto profundo del respeto impuesto o impostado. Incluso hay sensatos que saben que no hay que verlo todo y gente madura que es consciente que la comunicación es no decirlo todo.
Esta buena gente aguanta los equipos, les da rendimiento y lo hace sorteando obstáculos de gente tóxica, que un día se torció, que plantó la bandera en la cara amarga de la vida. La buena gente que pone paciencia para ganar agilidad y pone urgencia para entender el sosiego. Están los que se leen la letra pequeña para asegurar la calidad, no para restregarla por la cara de los más superficiales.
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