Nuestro sistema financiero funciona sobre la base del crédito. Cuando alguien presta hoy 100 euros con un interés del 5% está creyendo (crédito viene del latín credere, creer) que la persona a la que se lo deja será capaz no sólo de producir valor por los 100 euros que ha invertido, sino por otros 5 euros de interés.
Es decir, un capital de 100 se convertirá en uno de 105, al margen del beneficio adicional que le pueda dejar al que solicitó el crédito. Todo el mundo considera normal hoy en día que cuando se presta dinero se devuelva ese dinero más un interés porcentual; sin embargo, ésta no era en absoluto la visión dominante hace pocos siglos: por ejemplo, hasta el siglo XVIII la Iglesia católica condenaba el préstamo con interés, al que calificaba genéricamente como usura (pecunia pecuniam parere non potest, el dinero no puede parir dinero, decía Santo Tomás de Aquino). Y es lógico que durante la mayoría de la historia de la Humanidad se haya visto como algo nocivo el crédito con interés. Piensen que si el capital se prestase a un interés de tan "sólo" el 5% anual, y cuando se recuperase se volviese a prestar indefinidamente, este capital tendría que crecer a ese ritmo exponencial. En sólo 14 años el capital se habría duplicado, en 28 años se habría multiplicado por cuatro, en 42 por 8, en 56 por 16... En sólo un siglo ese capital tendría que ser 131 veces mayor, y en doscientos años 17.161 veces. En sólo un milenio el capital tendría que haber aumentado en un astronómico factor con 21 cifras, casi comparable con el número de estrellas que hay en el Universo, y en los 10.000 años de historia de la Humanidad se tendría que haber multiplicado por una cantidad con 211 cifras, mucho mayor que el número de átomos en el Sistema Solar.
domingo, 18 de mayo de 2014
Una propuesta de futuro
The Oil Crash
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